domingo, 3 de mayo de 2015

Vida Vainilla


Volver al mundo vainilla ha sido como bajarse de una montaña rusa, los pies tocan la tierra y el corazón retoma su pulso normal, la tranquilidad te invade pero ya no hay emociones, cualquier sorpresa te parece predecible, las vidas de la gente monótonas y tu cuerpo y mente no han eliminado los restos de la sustancia que te creaba la adicción.

Es un hombre atractivo y se me había aproximado repetidas veces mientras yo servía a mi Amo. Ahora que volvía a ser una chica vainilla decidi aceptar su invitación a cenar.

Tuve dudas en la elección de mi vestimenta. Sexy si pero ¿moderada? ¿insinuante? ¿extrema? ¿debía incluir algún toque que recordase mi pasado de sumisa?.

El no me inspiraba ningún comportamiento sumiso pero quise probar si yo me sentiría sumisa frente a él o si él tomaría ese role. Asi que opte por atuendo insinuante. Quería saber hasta qué punto se atrevería a tomarme y con que decisión lo haría.

Me llevo a uno de los restaurantes trendy mas orientados a ver y ser vistos que a la calidad del menú. Conversación convencional con aproximaciones tímidas a la seducción. Trataba de ocultar sus miradas a mi escote o mis piernas y eso me divertía y molestaba, acostumbrada a otras miradas penetrantes y seguras de quien sabe lo que quiere y va a tomar.

Prolongo la noche en un bar de copas probablemente porque no sabía cómo dar el paso definitivo. Yo no lo facilitaba tampoco. Estaba allí, disponible pero tendría que ser él quien me tomase. La noche avanzaba y nosotros íbamos de local en local. En la barra de uno me paso el brazo por la cintura y me beso. Le  deje. Eso le animo a terminar la peregrinación de locales y se decidió por fin a invitarme a su casa.

Trate de que disfrutase pero no conseguí hacerlo yo. Imagine otras situaciones en las que me había costado contener el orgasmo, en las que había pedido permiso para correrme, en las que habían utilizado mi cuerpo sin miramientos y a la vez en las que me habían hecho disfrutar enormemente. Ni siquiera con ese vuelo a situaciones pasadas conseguí excitarme suficientemente. Sus movimientos torpes e inseguros me devolvían a realidad de aquella cama. Dude si fingir un orgasmo como había con los clientes en las ocasiones en las que mi Amo me había prostituido, pero pensé que no se lo merecía.

La luz de primera hora de la mañana descubría las marcas en mi espalda y nalgas que el último castigo de mi Amo había dejado. Desaparecían poco a poco pero mantenían aun su tono amoratado. Las vio extrañado y me pregunto qué me había ocurrido sin tener la menor idea del origen.

“Me castigaron con un cinturón” , respondí.

“¿Cómo?”

“Si lo que has oído, con un cinturón, ME LO MERECIA”

Su gesto de incomprensión y terror me causó un profundo desprecio.

miércoles, 8 de abril de 2015

Despedida


Cuando hace unos meses me fui a vivir a Italia por motivos de trabajo sabia que la distancia con mi Amo no serie fácil de llevar para ninguno de los dos. Con la distancia no solo desaparecía la posibilidad de vernos con frecuencia, sino que desaparecía también la posibilidad de una llamada en cualquier momento pidiendo mi presencia y mi entrega. Esas llamadas traían consigo a veces alguna dura prueba, prueba que yo temía pero que aceptaba dócilmente buscando mi satisfacción en cumplir sus caprichos y a veces deseos más perversos.

Lo que complico definitivamente la situación fue de nuevo mi cambio de residencia temporal a Asia. La distancia física y horaria hacia casi imposible los encuentros y nuestra relación siempre había sido muy lejana de lo virtual.

En las últimas semanas me había sido impuesta una abstinencia sexual que logro destrozarme los nervios. Estaba dispuesta a no fallar, es más, mi objetivo era seducirle a Él y que fuese por lo tanto Él quien no resistiese. Pero siempre me demostró un increíble control y fuerza mental, motivo por el que le admiro y una de las causas fundamentales de mi entrega.

El sexo nunca ha sido una obsesión pero esa abstinencia, el momento elegido para ella y la forma en que decidió que terminase me humillaron tremendamente. Me humillaba sentir el deseo sexual, incluso hacia hombres en los que jamás me habría fijado. Me humillaba reconocerme como perra en celo. Y me humillo cuando decidió concederme el alivio a mi deseo, no solo por el modo que eligió, sino porque lo disfrute, física pero no mentalmente.

Me había demostrado una vez más que era suya, que podía hacer conmigo lo que quisiese y yo estaba, de nuevo, fascinada y enfadada.

El traslado a Asia fue definitivo. Después de la prueba de abstinencia la distancia me resultaba insoportable y decidí solicitar mi libertad. Él ya me lo había sugerido en alguna ocasión.

Quería que nuestra última cita fuese inolvidable para ambos y tuviese relación con el modo en que comenzamos. Le compre un cinturón, ese sería mi regalo de despedida, conocía bien su gusto en utilizarlo sobre mi piel. Me tome mi tiempo en ir de tiendas, pensar en el juego que haría con su ropa y cuando acariciaba el cuero imaginaba como lo sentiría sobre mi cuerpo.

Elegí para la cita nuestra ropa fetiche. Medias y conjunto interior de Agent Provocateur, zapatos de tacón extremo de Miu Miu, traje de seda de Armani  y gabardina de Max Mara. Todo negro, sin ninguna concesión al color, para poder destacar el rojo de mis labios.

Cenamos en un restaurante de moda, como era entresemana estaba tranquilo. Hablamos de nuestro año y medio juntos, las experiencias, las fiestas y eludimos hablar de lo que sentíamos en ese momento.

Al final de la cena le entregué el cinturón que con una nota que decía “márcame, por favor”.

Llegamos al hotel donde habíamos tenido el primer encuentro. Deje caer el vestido y me quite el sujetador, luego lentamente deje deslizar las bragas sobre las medias hasta el suelo. Puse las manos en la nuca dejando dejando accesible todo mi cuerpo. Abrí ligeramente las piernas y cerré los ojos.

Enseguida comenzó a acariciarme con el cinturón, la espalda, las nalgas, el pecho.

“Dime un numero”

Era el inicio del juego que tantas veces habías practicado. Yo debía adivinar el número de golpes que Él había escrito en un papel. Si mi número era mayor al escrito, el numero de golpes  que me daría seria el elegido por mí misma, pero si era menor significaba que yo no había entendido lo que Él esperaba y por tanto el numero de golpes seria el doble de los escritos por Él en el papel. Siempre me había parecido un juego perverso y me obligaba a apostar alto.

No dude en apostar altísimo esta vez

“Cien”

“Serán cien entonces, mi numero era mucho menor. Enhorabuena”

Comenzaron los golpes y yo a contar, uno, dos ….

Eran golpes fuertes y firmes, de vez en cuanto uno más fuerte de lo normal. Se centro en la espalda y nalgas pero al girar el cinturón a veces me alcanzaba el pecho. Trate de mantenerme quieta, no gemir pero me fue difícil contenerme. Si me movía el golpe volvía exactamente sobre el mismo sitio mucho más fuerte.

Antes del número veinte comencé a llorar. La mezcla de dolor, rabia y tristeza hizo su efecto. No trate de contener el llanto y seguí contando; dieciocho, diecinueve, veinte, atragantada por el llanto.

Siguió castigándome y me sentí de nuevo totalmente suya. Me volvió a admirar su control de mi voluntad.

Por mi mente pasaron mil cosas, mil momentos, mil contradicciones pero eso no evitaba que sintiera el dolor a cada golpe, 32, 33, 34.

Paró a los 50. Era como si todos los sonidos hubiesen cesado y el silencio lo invadió todo solo roto por mis cada vez más contenidos sollozos.

Me llevo a la cama y el placer supero con creces el dolor dejado por los golpes de cinturón. De nuevo me demostró su conocimiento de mi cuerpo y lo que necesita en cada momento. Llore también, esta vez por la sensación de vacío que me producía esa última noche.

Me hice la dormida cuando se marcho por la mañana. No me sentía con fuerzas para una despedida

El cinturón estaba encima de la mesilla con una nota.

“Guárdalo para cuando decidas volver, aun quedan 50 golpes. Ah y la prueba de admisión no será sencilla, pero la superaras. Te voy a echar de menos”

Aun tengo las marcas del cinturón y las miro cada día en el espejo. Poco a poco van desapareciendo.

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 8 de enero de 2015

Moda, Arte y Sumisión




La exposición temporal del museo Thyssen en Madrid sobre el modisto Givenchy muestra la relación entre la moda y el arte o lo que es lo mismo entre el concepto de lo femenino y el arte. Los diseños de los trajes resaltan el cuerpo de la mujer y su sensualidad a la vez que lo exhiben a las miradas extrañas.

Elegancia, sofisticación y también esa componente de “objeto de deseo”. Vestidos y complementos que insinúan y juegan con el misterio de antifaces (Audrey Hepburn) y velos (condesa de Windsor). El negro como color fetiche representando la noche, tal vez lo prohibido.
 
 
 
 

Como sumisa he cuidado siempre mi vestimenta para una cita con mi Amo. He tenido en cuenta los aspectos que el otro día vi en la exposición del Thyssen. Elegancia, sofisticación, insinuación y discreta exhibición. Viendo la exposición entendí lo que mi Amo tantas veces me ha dicho; “objeto de deseo”, “obra de arte”.
 
 

La visita al museo fue como si de repente mis ideas se ordenasen y todo aquello que había sentido y hecho de una forma intuitiva quedase explicado y reafirmado. Recorrer los salones o pasarelas de una fiesta BDSM vestida para atraer las miradas sobre mí y despertar en los extraños observadores el deseo por lo que ven (objeto de deseo) y la envidia de quien lo posee, no es algo diferente a lo que tantas mujeres han hecho en fiestas y recepciones vistiendo aquellos maravillosos trajes de Givenchy acompañando a sus “Amos” , presidentes de gobierno, empresarios o actores.
 
 

Nos vestimos para nosotras, es cierto, somos coquetas y narcisistas, pero esa cuidada elección de nuestra vestimenta no tendría sentido si no estuviese en ultimo termino orientada a nuestros dueños y por extensión a todos aquellos que quieran fantasear con poseernos alguna vez. A nuestros Amos quedará el derecho y el orgullo de “exhibir o prestar sus obras de arte”.
 
 
  

  

jueves, 18 de diciembre de 2014

Muñeca rota.




 
Algunas veces me he preguntado con es la edad apropiada para entrar en el BDSM en general y más concretamente en la sumisión. Seguramente la respuesta es que no hay una edad y que todo depende de las circunstancias de cada uno, pero este mundo de misterio, glamur y excitación pasa factura, sobre todo mental. No se vuelve a ser la misma después de haber “pertenecido “   de haber sido “un objeto” de haber recorrido los caminos de la aventura, la magia, lo oculto, el placer, pero también los del miedo, la duda, la humillación, la anulación y el dolor.
 

Por eso me pregunto si es bueno que entre en la sumisión una chica muy joven, si no sería preferible que continuase su vida vainilla y q experimentase el BDSM mas tarde. La droga del BDSM te transforma y ya no hay vuelta atrás.
 
 

Fuimos a una fiesta. Ella era una cría de nos mas de 20 años. Alta, rubia, delgada una muñeca de aspecto frágil. El alrededor de los 50. Atractivo, duro. Luego me entere que ambos eran rusos. 

Ella estaba encantada como una niña con un disfraz. Sus tacones su lencería, orgullosa de mostrar su cuerpo, sus tatuajes. El  satisfecho de ver el efecto que su propiedad causaba en otros hombres, frio, distante ni una sola concesión a la ternura.
 

Ella alegre, sonriente, curiosa. Sin ningún síntoma de miedo o desconfianza, al contrario de la mayoría del resto de sumisas que estábamos en la fiesta. Se sentía bien entre aquellas hermanas mayores a las que sonreía y miraba con complicidad.

Luego la vi atada a una polea. Ojos vendados brazos tensos en alto sujetos por la cuerda de la polea. Los tacones en el límite de un difícil equilibrio. Una fusta entre sus dientes. Abandonada allí por su Amo que la observaba de lejos mientras charlaba con un grupo.
 

La mayoría de los Amos y parejas pasaban a su lado y solo la miraban sin atreverse a más. A veces algún Amo se acercaba y la sobaba. Ella apenas se movía. Uno de los del grupo de su Amo fue directo hacia ella, le quito la fusta de la boca y la uso con contundencia en sus nalgas. La reacción de ella indicaba que no estaba acostumbrada a eso. Se movía e intentaba inútilmente alejase de la fusta que seguía alcanzando sus nalgas sin piedad. Después de unos cuantos golpes la volvió hacer morder la fusta y regreso al grupo.
 

Eso animo a otros Amos a hacer lo mismo y por un rato aquel cuerpecito delicado se convirtió en el centro de la fiesta.

Una vez más admire profundamente a mi Amo cuando ignoro la escena y ni siquiera se acercó. Me sentí la mujer más atractiva del mundo y entendí una vez más porqué soy suya.

Luego su Amo la soltó la llevo al grupo y se fueron a otro rincón de la fiesta. No sé lo que ocurrió, mi Amo me vendo los ojos y yo estaba ya en otra.

Coincidimos al terminar la fiesta. Se estaba poniendo un abrigo impresionante de piel sobre su cuerpo desnudo. No sonreía ni buscaba, nuestras miradas de complicidad. En su maquillaje rastros inequívocos del llanto. Desapareció por el pasillo dentro del grupo de su Amo que seguía sin mostrar ternura alguna.
 

Pensé que era ya un zombi, una muñeca rota que no volvería nunca al mundo de inocente de la vainilla. La oscuridad había definitivamente entrado en ella y yo conocía muy bien esa sensación
 

 


 

viernes, 7 de noviembre de 2014

Entrenamiento de una sumisa. Reflexiones


Casi tres meses después de mi entrenamiento internada en un centro de adiestramiento de sumisas me pregunto ¿cuál ha sido el balance?. ¿En qué forma he cambiado?

 
Ya conté en algún post anterior  la experiencia en el internado pero necesitaba algún tiempo para asimilar lo vivido. El principal recuerdo de aquellos días es el miedo y la humillación. El miedo a las situaciones desconocidas, al dolor y la humillación de las situaciones vividas, interrogada, utilizada, usada. Días y sobre todo noches interminables  en las que pensé que no podría seguir adelante.



Ahora con el paso del tiempo creo que lo que consiguió esa semana de entrenamiento fue presentarme y hacerme aceptar definitivamente mi naturaleza sumisa.

Desde que mi Amo me sometió hace un año y descubrí el mundo del BDSM, siempre había mantenido una lucha interior. La sumisión y la entrega no son propias de una mujer de mi generación, no estaba educada para eso. Tenía éxito con los hombres una buena carrera profesional y de pronto decía que: “tenía Amo”, “me entregaba”, “servía”, “era usada” y además vivía situaciones donde era y me sentía solo un objeto.

Mi Amo me decía que me iba a convertir en un maravilloso objeto de deseo y uso y yo sentía que cada vez avanzaba más en esa dirección. Cada vez caía más en el abismo profundo pero aunque avanzaba dócilmente por ese oscuro túnel siguiendo su voz, algo en mí se rebelaba permanentemente y decía no, no, no.

Me sentía hipnotizada por El. A veces lo odiaba por hacerme lo que me hacía pero en el interior de mi sabía que nadie con El había descubierto mi alma oscura.

La sensación de ser un precioso objeto era nueva para mí y a veces lo disfrutaba siguiendo todos los rituales de la feminidad al servicio del dueño. Cuidado personal, ropa, maquillaje, lencería. No había un solo de esos aspectos que no lo hiciese orientado desde mi role de objeto

Pero me seguía rebelando y buscaba explicaciones a mi comportamiento, curiosidad, aventura, la capacidad seductora de mi Amo.

El entrenamiento me mostro algo que me negaba a reconocer, la sumisión está en mi naturaleza. Mi Amo me había hecho pasar por pruebas de cesión a otros Amos y mientras era usada por ellos destilaba un profundo desprecio, no tenían ningún derecho a hacer lo que hacían ni a tenerme, estaba allí solo por cumplir las órdenes de mi Amo, mi soberbia me permitía pasar la prueba satisfactoriamente sobre todo en relación conmigo misma.

Los días del internado fueron diferentes. No podía recurrir unas horas después a mi Amo para que me consolase, estaba sola frente a seres verdaderamente dominantes. No sabían quién era yo y no les importaba. Usaban y me hacían servir de forma natural sin sentirse agradecidos a mi dueño. Veían solo en mí el objeto que mi Amo había construido.

Y baje definitivamente la cabeza. Reconocí a aquellos extraños su derecho a usarme, no solo porque mi Amo me había puesto en esa situación, sino por su condición de Dominantes y la mía de sumisa. Se acabó la lucha.

Miedo y humillación, si. Pero también la satisfacción y el placer que mi nueva condición me proporcionaba.

Volví a los brazos de mi Amo después de aquellos días de lo que en ese momento consideraba un infierno. Recibí los mimos de una buena perrita que se ha portado bien y desde entonces creo que le sirvo mejor y disfruto y acepto lo que soy su objeto

 

Tal vez no esté completamente entrenada ya que a veces sigo despreciando a los que sin merecerlo me usan       

miércoles, 15 de octubre de 2014

Mi inicio como sumisa


Hace casi un año un casi desconocido me mostro un nuevo mundo fascinante. esta es la historia de ese primer momento que viene ahora a mi cabeza.


Aunque siempre lo he considerado algo muy privado me decido a escribir este post cuando ha pasado un año de mi entrega como sumisa. Muchas veces en este tiempo me han preguntado como ocurrió, como me hice sumisa, esta es la historia.

Mi recuerdo más fuerte es el del ruido de la puerta al cerrarse cuando se fue de la habitación del hotel. Me quedaba sola desnuda sobre la cama y todavía lloriqueando. Me ardían la espalda y los glúteos y estaba desconcertada, asustada pero también excitada.

Era la primera noche que salía con él. Me había invitado a cenar y salía sin un objetivo definido y claro. La diferencia de edad me intimidaba pero me atraía. Creo que inconscientemente elegí la ropa y maquillaje para no dejarle indiferente, también claro la ropa interior, mas como un juego con migo misma que pensando en que la llegaría a ver.

No era la primera vez que iba a aquel restaurante pero a pesar de ser un sitio de moda no preste mucha atención al vanity fair. El sabia crear un ambiente cálido pero de vez en cuando determinadas frases o miradas descaradas me hacían sentir algo incomoda o nerviosa.

La copa fue en la terraza de moda de un hotel. La sorpresa y el cambio de giro de la noche se produjo cuando me dijo “terminemos la copa en la habitación”. ¿Comoooo?, pensé sin decir nada. ¿ Cómo era posible que se atreviese a tanto?. No se había ni aproximado a mí y me llevaba a la habitación directamente.

¿Estás de broma?, es lo mas que llegue a decir, a lo que me respondió con un simple “No”

Hipnotizada y nerviosa le seguí por los pasillos de aquel palacio convertido en hotel. En el ascensor fue el primer beso.

Me sorprendí a mi misma desnudándome frente a él en la semioscuridad  de la habitación siguiendo su instrucción "desnúdate para mi". Ni siquiera me había tocado. No recuerdo como sucedió pero la siguiente imagen es de oscuridad absoluta de mis ojos tapados con un antifaz de avión y mis manos atadas al cabecero de la cama con el cinturón de un albornoz.
 
De rodillas en la cama. Las manos atadas al cabecero. Ojos vendados. Pulsaciones a mil. No recuerdo si estaba completamente desnuda. De repente me di cuenta de la situación y me tense de pánico. Era casi un desconocido.

Me calmaron sus caricias que solo rozaban ligeramente mis puntos más sensibles, jamás nadie había recorrido así mi cuerpo. Dije algo y me ordenó “calla”.

Sentí el roce suave del cuero de su cinturón sobre mi espalda y nalgas. Me volví a tensar, desapareció la excitación y me invadió el pánico.

“Ahora quieta y calladita”
 

Cuando terminó me hizo besar el cinturón. Me había castigado la espalda y las nalgas a un nivel que ahora reconozco como muy alto. Creo que llore desde el primer golpe pero no me moví y tampoco creo que dijese nada. El pánico me tenia paralizaba y las lagrimas me ahogaban. Era un llanto en silencio solo interrumpido por aspiraciones buscando el aire que me faltaba.
 

Comenzó a lamerme las lágrimas pero no me desato ni quito el antifaz. Hubo alguna frase de aprobación como “lo has hecho muy bien” o algo así.
 
Volvió la dulzura y de nuevo la exploración sutil de mis rincones sensibles. Volvió la excitación y……. (ya sé que suena ridículo y hasta cursi) por primera sentí eso que había oído tantas veces de hacer el amor.

Como me ha ocurrido luego otras veces odie y me odie por sentir placer en una situación así. Me negaba a admitir que quien me había pegado con el cinturón ahora estuviese dentro de mí y me diese placer con esa suavidad rítmica dirigida por sus manos agarrando mis caderas y que yo siguiese ese ritmo y colaborase de esa manera mientras mis manos seguían atadas al cabecero de la cama.

Oí la ducha desde la cama, sus movimientos al vestirse, sus pasos cuando vino a desatarme y la puerta cuando se marcho.

Un llanto que no se acababa, el rimmel corrido sobre mi cara, el fuego en mi espalda y nalgas, mi ropa en el suelo de la habitación donde me había desnudado frente a El. Un inmenso enfado, con El , conmigo misma. Pero también la sensación de estar frente a un mundo nuevo, un mundo que quería explorar, un mundo que tocaba lo mas profundo de mi

Desde entonces soy ryna de Rais.

domingo, 31 de agosto de 2014

Entrenamiento de una sumisa. Uso sexual


En las situaciones extremas conocemos nuestra verdadera naturaleza
Estaba despierta cuando oí los pasos que se acercaban a mi habitación, no era la primera noche que ocurría pero si la primera en la que sentí que me había humedecido. Me invadieron la vergüenza y el miedo. Mi naturaleza de puta sumisa salía del armario sin control.

Eran tres y en cuando me levantaron de la cama se dieron cuenta, siempre nos metían la mano entre las piernas para comprobar si había excitación.

“Good girl”

De rodillas trate de esmerarme y mostrar lo que sabía hacer, aunque su violencia apenas me lo permitía. Enseguida me penetró el primero.

Con horror me di cuenta que estaba sintiendo placer y aunque trate de ocultarlo no lo conseguí. Los gritos que salían de mi boca eran inconfundibles. Empezaron las risas, las burlas, los insultos.

“ You like it, bitch ?” “ Yes Sir, Yes, Sir”

Alternaban momentos de fuerte intensidad con pausas en las que me preguntaban si quería mas. Ya no me importaba humillarme y pedirlo.

“Fuck me Sir” Fuck me Sir”

“ Where the hell is your education, slut ?”

“Please, please”

“Please what ?

“Please fuck me Sir”

Me corrí, no pedí permiso, no estaba en condiciones de controlar el orgasmo. Me corrí en uno de los orgasmos más violentos y prolongados que he tenido. Me abrace al hombre que me lo había provocado y le di las gracias.

Siguieron sin tener en cuenta mi final, pasándome de uno a otro, pero yo ya no sentía nada, al contrario de otras veces en que estoy supersensible después del orgasmo, ahora estaba anestesiada. Veía todo como desde un sueño o una borrachera. No oía lo que me decían.

Me sentía enormemente humillada y enfadada conmigo mismo por decepcionarme así.    

No siquiera reaccione cuando terminaron sobre mi cara.

Como siempre la ducha fría me purifico.  

Entrenamiento de una sumisa. La boca



¿Para qué sirve vuestra boca, putas?



Pregunta el entrenador y se hace un silencia en el grupo. Somos cuatro sumisas sentadas en sillas haciendo un círculo. Ninguna responde.

Vendados los ojos y con las manos atadas a la silla me ordenan abrir la boca, los sabores son agradables, naranja, chocolate, vino.

De pronto un sabor fuertemente agrio de un líquido que no llego a identificar, instintivamente escupo y recibo la bofetada.

Se va sucediendo sabores y texturas. Me concentro en lo que tengo en la boca aunque a veces es asqueroso consigo evitar arcadas. Oigo las de mis compañeras y las correspondientes bofetadas.

De nuevo vuelven los sabores agradables……ron??....que rico. Doy las gracias.

“Thank you Sir”

“Good girl”

Como una imagen vale más que mil palabras, he escogido aquellas fotos que más se aproximan a lo que siguió.

Me consta, por los resultados que vi, que en algunos momentos lo hice muy bien.
 
 
 

 

viernes, 29 de agosto de 2014

Entrenamiento de una sumisa. Sentimientos


Mi sentimiento durante esos días era una mezcla de enfado, abandono, miedo y humillación.

Enfado contigo, por haberme enviado allí, no entendía por qué lo hacías, ¿me estabas castigando? ¿era una prueba? ¿debía aprender algo que tu no sabias o no podías enseñarme?.

Pero sobre todo estaba enfadada conmigo misma. De nuevo aceptando ir mas lejos, siguiendo tus excesos, sin tener casi pensar lo que yo deseaba, siéndome, una vez mas, infiel.

Y allí estaba, sola en el hotel de Budapest esperando que vinieran a buscarme.

Abandonada. Pusiste un post en face ¿es verano que hacemos con la perra?, y así me sentía como tu perra abandonada. Después de unos magníficos días juntos, donde me sentí valorada y mimada, el escenario cambiaba y me dejabas en la calle, o peor.

Miedo a lo desconocido, al dolor, a la humillación. Miedo a ser la siguiente, a las noches y sus ruidos. Miedo, si miedo.

Humillación por mi desnudez permanente y mi cuerpo usado, por las respuestas en los interrogatorios,  por las lágrimas que no pude contener, por decir “yes Sir”, “sorry Sir” y sentir que esas palabras salían con sinceridad de mi alma sumisa

Estos han sido mis sentimientos en esos días de entrenamiento.

Lo mejor eran las sesiones de grupo con la psicóloga, oír las historias de otras sumisas, lo que pensaban y cómo habían llegado a este loco mundo del BDSM. Oyendo esas historias me sentía una chica normal entre otras chicas también normales. Empezaba a entender el motivo de estar allí y era sobre todo conocerme a mi misma y así ser mejor para ti.

jueves, 28 de agosto de 2014

Entrenamiento de una sumisa



Soy la puta seis.

Tenía mucho miedo  de ir a ese centro de entrenamiento de sumisas, había oído muchas cosas y la única sumisa que había conocido que había sido entrenada en un centro así era absolutamente hermética. Si, estaba aterrada pero sabía que mi Amo quería que fuese y no pensaba decepcionarle de ninguna manera.

Cuando pienso en los días en ese lugar la primera sensación que tengo es la de la indefensión que produce la desnudez permanente. Desde que a la llegada, después de una larga entrevista inicial, me ordenaron desnudarme, no volví a utilizar ninguna ropa hasta el día de la salida, a excepción de los zapatos de tacón que debía ponerme para las cenas y “eventos nocturnos” y un collar con el número asignado. Mi collar original quedo con mi ropa y el resto de mis pertenencias a la entrada, ryna desapareció para convertirse en “slut six”

Me venían a buscar al hotel donde me alojaba en Budapest. La noche anterior casi no dormí y me entraron las dudas sobre mi  capacidad de aguante. La imaginación juega terribles pasadas y siempre imaginas cosas que a lo mejor nunca llegan a suceder. En la van que me recogió venían ya otras mujeres que supuse que eran también sumisas, distintas edades, distintas nacionalidades. Saludé pero no hablamos durante el camino.

La primera sorpresa fue el lugar, una encantadora granja a las afueras de Budapest en un paisaje de campo idílico. La segunda fue el trato amable de la llegada y la habitación asignada. Nada de mazmorras y jaulas. Más bien un tranquilo y elegante hotelito de campo.

Me llaman para la entrevista inicial. Son dos hombres comienza con preguntas muy generales y entre cada vez más en lo intimo.
 

¿Qué es para ti la sumisión?

¿Estás hecha para servir a un hombre?

¿Sabes utilizar bien tu cuerpo para dar placer? ¿ te consideras una buena puta?

¿Te excita esto?

¿ Qué consideras que debes mejorar como sumisa?

Cada vez me cuesta más responder, se dan cuenta y aumentan el nivel. Me cuesta realmente enfrentarme a esas preguntas, no por ellos, sino por mi. Muchas de ellas son las que llevo tiempo haciéndome  y se resumen en ¿ por qué soy sumisa?

Me ordenan desnudarme y continúa la entrevista. El aire acondicionado está muy fuerte, tengo frio, me empiezo a encontrar muy incómoda. Me doy cuenta que mi actitud va cambiando. Empecé casi en un tu a tu, ahora ya no es así, noto su poder y me siento indefensa, creo que es lo que buscaban.

Antes de volver a mi cuarto me explican las reglas y la principal es que hay una palabra de seguridad, puedo decirla en cualquier momento y el entrenamiento se acabara. La palabra implica el fin de la actividad que se esté realizando pero también la expulsión inmediata del centro.

Me preguntan mi nombre y me cae una buena bofetada cuando respondo ryna

“slut six, bitch”

“ sorry Sir”

Ya en mi cuarto veo el collar. Un simple collar de perro con una pequeña placa donde aparece el numero 6.

La semana fue intensa. El entrenamiento mezcla sesiones colectivas con una psicóloga para entender, aceptar y mejorar la condición sumisa con mini-cursos en aquellos aspectos que se supone debe conocer una sumisa, como protocolo BDSM, códigos de comportamiento y vestimenta, masaje, lap-dancing o sexo tántrico.
 

En un edificio algo alejado del principal y que parecía un antiguo granero están las mazmorras. En ellas se realiza principalmente la parte dura del entrenamiento muy orientada al aspecto psicológico, combinando humillación, miedo y dolor.

Una semana después de la llegada volvía a sentir el tacto cálido de un vestido sobre mi piel. Es increíble lo que se puede apreciar algo cotidiano cuando no lo tienes. Me sentía contenta de haber superado la prueba pero enormemente cansada tanto física como mentalmente. Necesitaba dormir sin el temor a ser despertada a media noche.
 

Era como si me hubiesen abierto esa puerta que no me atrevía nunca a abrir y que de pronto hubiese conocido otra cara mía que no había aceptado totalmente.

La sumisión es mi naturaleza. Incluso en los momentos más difíciles de la semana había reconocido a aquellos desconocidos sus derechos sobre mí.

Me pregunto si esa semana habrá cambiado mi vida, si seré otra a partir de ahora.

Mi Amo ha preferido que estemos unos días sin vernos para que asimile la experiencia, espero que sea pronto nuestro encuentro y poderle demostrar que hizo bien en enviarme allí y que soy más suya que nunca.