Volver al
mundo vainilla ha sido como bajarse de una montaña rusa, los pies tocan la
tierra y el corazón retoma su pulso normal, la tranquilidad te invade pero ya
no hay emociones, cualquier sorpresa te parece predecible, las vidas de la
gente monótonas y tu cuerpo y mente no han eliminado los restos de la sustancia
que te creaba la adicción.
Es un hombre
atractivo y se me había aproximado repetidas veces mientras yo servía a mi Amo.
Ahora que volvía a ser una chica vainilla
decidi aceptar su invitación a cenar.
Tuve dudas
en la elección de mi vestimenta. Sexy si pero ¿moderada? ¿insinuante? ¿extrema?
¿debía incluir algún toque que recordase mi pasado de sumisa?.
El no me
inspiraba ningún comportamiento sumiso pero quise probar si yo me sentiría
sumisa frente a él o si él tomaría ese role. Asi que opte por atuendo
insinuante. Quería saber hasta qué punto se atrevería a tomarme y con que
decisión lo haría.
Me llevo a
uno de los restaurantes trendy mas orientados a ver y ser vistos que a la
calidad del menú. Conversación convencional con aproximaciones tímidas a la
seducción. Trataba de ocultar sus miradas a mi escote o mis piernas y eso me
divertía y molestaba, acostumbrada a otras miradas penetrantes y seguras de
quien sabe lo que quiere y va a tomar.
Prolongo la
noche en un bar de copas probablemente porque no sabía cómo dar el paso
definitivo. Yo no lo facilitaba tampoco. Estaba allí, disponible pero tendría
que ser él quien me tomase. La noche avanzaba y nosotros íbamos de local en
local. En la barra de uno me paso el brazo por la cintura y me beso. Le deje. Eso le animo a terminar la
peregrinación de locales y se decidió por fin a invitarme a su casa.
Trate de que
disfrutase pero no conseguí hacerlo yo. Imagine otras situaciones en las que me
había costado contener el orgasmo, en las que había pedido permiso para
correrme, en las que habían utilizado mi cuerpo sin miramientos y a la vez en
las que me habían hecho disfrutar enormemente. Ni siquiera con ese vuelo a
situaciones pasadas conseguí excitarme suficientemente. Sus movimientos torpes
e inseguros me devolvían a realidad de aquella cama. Dude si fingir un orgasmo
como había con los clientes en las ocasiones en las que mi Amo me había
prostituido, pero pensé que no se lo merecía.
La luz de
primera hora de la mañana descubría las marcas en mi espalda y nalgas que el
último castigo de mi Amo había dejado. Desaparecían poco a poco pero mantenían
aun su tono amoratado. Las vio extrañado y me pregunto qué me había ocurrido
sin tener la menor idea del origen.
“Me
castigaron con un cinturón” , respondí.
“¿Cómo?”
“Si lo que
has oído, con un cinturón, ME LO MERECIA”
Su gesto de
incomprensión y terror me causó un profundo desprecio.