miércoles, 23 de abril de 2014

Cinturón de Castidad


Todas las prohibiciones desatan el deseo de saltárselas y aquello que ha sido prohibido se convierte de repente en lago deseado. Si la prohibición se mantiene, lo prohibido se convierte en una obsesión, algo que nunca te había obsesionado se transforma en tu único pensamiento.
 
Eso es lo que me ha ocurrido cuando me has ordenado la abstinencia sexual completa. Me lo habías exigido alguna vez, pero no por un periodo tan largo ni complementado con mensajes morbosos desde direcciones desconocidas que se convirtieron en una tortura.

Necesitaba el sexo como nunca. Cuando nos veíamos o hablábamos surgía dentro de mí un grito interno, fóllame, que nunca me atreví a expresarte en voz alta, aunque trate de mostrar todas mis limitadas herramientas de seducción a las que me consta que no eras completamente inmune. Así mi tortura se convertía de algún modo también en la tuya y mantenía la esperanza de que te rindieses.



 Quería que fueses tu, mi Señor, quien me liberase del deseo pero al final ya me daba igual, solo quería esa liberación de mis nervios y el grito interno ya no se dirigía solo a ti sino que se convertía en una llamada general, fóllame.
 
Temía la llegada de la noche, si salía a tomar algo con una amiga notaba las miradas de todos sobre mi cuerpo, no sé si reales o imaginadas, que me penetraban. Procuraba vestir y mostrarme discreta, invisible, ante el temor de que si provocaba y alguien se aproximaba no sería capaz de mantener tu prohibición.  Pero si me quedaba en casa era peor, buscaba en el correo mensajes, curioseaba en chats y luego luchaba conmigo misma por no responder, por no quedar, por no tocarme, como me habías ordenado.
 

Cada día que pasaba la obsesión aumentaba y a la vez me sentía orgullosa de haber resistido. Sin darme cuenta me recreaba con imágenes de encuentros anónimos, veloces, violentos. Ordenaba después mi cabeza y me alejaba de aquel mundo hasta que de pronto ese mundo volvía, a mi mente, a mi cuerpo.
 
He sido una perra en celo que salía a la calle y buscaba lugares solitarios con fantasías de violación.


 Una vez más me has hecho experimentar algo completamente desconocido para mí, el deseo sexual obsesivo. Me has hecho descubrir que mi mente se puede volver loca si mi cuerpo no es usado. Me has hecho adicta …… adicta a ti Mi Señor
  

 

 

 

miércoles, 9 de abril de 2014

¿A quién perteneces? Siguiendo el post de Anastasia

Pertenezco a quien ganó mi respeto y admiración. A quien me supo mostrar y guiar por los caminos oscuros. A quien me demostró mi naturaleza de entrega.
 


 Pertenezco a quién me hizo superar mis límites psíquicos y físicos. A quién me mostró un mundo nuevo y desconocido a los mortales. A quién me llevo al infierno.



 Pertenezco a quien me convirtió en un objeto de admiración y placer.


 Pertenezco a quién me hizo sentir única. A quién me hizo pública y a la vez exclusiva. A quién me hizo temblar y llorar. A quién me enseño la dureza y la dulzura.

 Pertenezco en definitiva a quien me tomó y usó con determinación y me hace gozar cada día con ello.