La exposición temporal
del museo Thyssen en Madrid sobre el modisto Givenchy muestra la relación entre
la moda y el arte o lo que es lo mismo entre el concepto de lo femenino y el
arte. Los diseños de los trajes resaltan el cuerpo de la mujer y su sensualidad
a la vez que lo exhiben a las miradas extrañas.
Elegancia, sofisticación
y también esa componente de “objeto de deseo”. Vestidos y complementos que
insinúan y juegan con el misterio de antifaces (Audrey Hepburn) y velos
(condesa de Windsor). El negro como color fetiche representando la noche, tal
vez lo prohibido.
Como sumisa he cuidado
siempre mi vestimenta para una cita con mi Amo. He tenido en cuenta los
aspectos que el otro día vi en la exposición del Thyssen. Elegancia, sofisticación,
insinuación y discreta exhibición. Viendo la exposición entendí lo que mi Amo
tantas veces me ha dicho; “objeto de deseo”, “obra de arte”.
La visita al museo fue
como si de repente mis ideas se ordenasen y todo aquello que había sentido y
hecho de una forma intuitiva quedase explicado y reafirmado. Recorrer los salones
o pasarelas de una fiesta BDSM vestida para atraer las miradas sobre mí y
despertar en los extraños observadores el deseo por lo que ven (objeto
de deseo) y la envidia de quien lo posee, no es algo diferente a lo que
tantas mujeres han hecho en fiestas y recepciones vistiendo aquellos maravillosos
trajes de Givenchy acompañando a sus “Amos” , presidentes de gobierno,
empresarios o actores.
Nos vestimos para
nosotras, es cierto, somos coquetas y narcisistas, pero esa cuidada elección de
nuestra vestimenta no tendría sentido si no estuviese en ultimo termino
orientada a nuestros dueños y por extensión a todos aquellos que quieran
fantasear con poseernos alguna vez. A nuestros Amos quedará el derecho y el
orgullo de “exhibir o prestar sus obras
de arte”.