No me considero una
mujer bisexual, no me fijo en otras mujeres por la calle, ni tengo fantasías
eróticas con ellas, pero he aprendido a disfrutar el cuerpo de otra mujer y a relajarme y sentir placer cuando lo hacen
con el mío. La vida es un camino de nuevos descubrimientos.
Tengo los
ojos vendados y estoy desnuda, solo visto unas botas de tacón alto y mi collar
al cuello. A pesar de estar en una casa de campo en pleno invierno no hace
frio, la chimenea esta cerca y me llega el calor del fuego y su olor. Intuyo
que es la única luz que ilumina la sala. Música suave gregoriana.
Cae el
primer golpe de cinturón sobre mi espalda. Ella se agita casi más que yo misma.
El segundo golpe de cinturón es casi simultáneo sobre mi nalga. Ella decidirá
cuando me libera de esos golpes y los desvía hacia su cuerpo. No tarda en
solidarizarse y hacerlo. – “A mí,
Señores”- . Oigo los cinturones cayendo sobre su cuerpo y ella me abraza
más fuerte.
No tardo
tampoco en dar yo el relevo y noto como los golpes son más fuertes que al
inicio. Hago un esfuerzo enorme por estarme quieta y no gemir. La cadena de
relevos se repite y ella viene pronto en mi ayuda.
Casi no puede
estar quieta y se le han escapado algunos gemidos. La intensidad debe ser alta
y no me siento con fuerzas de dar el relevo, sé que tengo que hacerlo pero no
puedo. Ya no contiene el dolor y gime a cada golpe, sus manos se crispan sobre
mi espalda y me clava ligeramente las uñas. –“Por favor”- me dice, o les dice a ellos. Ya es tarde no quiero
recibir los golpes y me callo.
Por fin los
golpes terminan y nos desatan. Nuestros cuerpos están sudando. –“Perdóname”-. No me responde.
Recibimos la
orden de tumbarnos en el suelo y a mí de lamerle las heridas. La sensación de
la alfombra sobre mi piel me resulta agradable y reconfortante. Acaricio con mi mano y mi lengua su espalda.
Se queda muy quieta. Llego a su cara y trato de besarla pero me aparta los
labios. Continuo besando y acariciando su magnífico cuerpo que aun tiembla.
Nos besamos,
boca, cuello, senos. Siento que no soy capaz de responder con la misma pasión
que ella y decido bajar de nuevo con mi boca entre sus piernas. Me deja hacer
de nuevo. Se tensa, gime, tengo la sensación de haber ganado la partida.
De pronto
una mano me coge del pelo y me retira. –“Basta”-
Reconozco la voz de su Amo. Me apartan de su cuerpo y me quitan la venda. Mi
Amo esta a mi lado.
Ella se
queda quieta en el suelo. No sabe qué hacer.
Veo su cuerpo sudando iluminado por el fuego.
-“¿Estas caliente?”- Le pregunta su Amo.
Apenas responde un bajísimo – “Señor”-
El coge la
cubitera del champagne quita la botella y descarga el contenido de agua y hielo
sobre el cuerpo de ella. Se tensa pero no se mueve, apenas ha dejado escapar un
leve grito. Los cubos de hielo resbalan sobre su cuerpo y dejan un reguero de
agua que se mezcla con el sudor.
Mi Amo me
pone la cadena y me sacan entre los dos de la sala. No sé si para premiarme o
castigarme. No vuelvo la cara pero la imagino abandonada a la luz tenue de la
sala.